viernes, 13 de mayo de 2011

El calumniador

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La opinión del Escritor y Columnista
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ROBERTO URRIOLA PORRAS -
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Hablando con uno de mis profesores favoritos por allá por la décadas del 1980, se trata del hoy difunto Dr. Camilio O. Pérez, aquellas elocuentes tertulias de café, mudables estados de espíritu de exigente facundía, prototipo de ambages románticas del diario vivir.   Para ser más exacto, estando una mañana en el café griego, por los alrededores de la Plaza Porras, a un costado del Banco General, justamente debajo de su oficina abogadil, mantuvimos una tenida contendiente sobre el tema corrosivo que deteriora y empaña la sentencia humanoide de valores, La Calumnia.
Tratamos de confrontarnos a una definición y característica del calumniador, sobre lo que contempla la Biblia, Libro Sagrado, acoge en la Epístola Universal del profeta Santiago (… y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Ver Capítulo 3—6,7,8) la vastedad del daño abismal de destrucción, tratando de acabar la verdad, que de encontrarla, hace libre a quien la busca. Sobre la materia y en busca de una respuesta llegamos a la conclusión de familiarizarla con los roedores de la más baja estirpe y aquellos de la fauna extractiva.
‘El calumniador tiene en la lengua un gusanillo perverso. Ese gusanillo que no es de llanto no tiene razón y mucho menos intuición. Pero tiene un instinto animalesco tan pronunciado que supera a las ratas que viven en las cloacas’.
El aludido miembro de la ‘fauna extraviada’ mira todo desde un punto de vista superficial. No analiza nada. Si le dicen que fulanito, actúo de tal forma o cometió tal error, se lo cree de inmediato. Luego, con una audacia sorprendente, lo niega a vox populi.
Al calumniador lo que le interesa es la duda. Esparcir su baba pestilente, cual renacuajo en proceso de gestación. El honor y la reputación del afectado no le interesan. Es un anfibio monstruoso; mitad hiena y mitad boa. Hay que cuidarse de esa vaca andrógina con pretensiones de bípedo implume. No es más que clorosis intima de una mente enferma. Paranoica, frustraciones diversas?
Nosotros tenemos la mala suerte de conocer a muchos de estos adictos a la calumnia. No decimos sus nombres porque esta clase de hidra no merece que se le rinda el homenaje de que su nombre salga a la luz pública.
Se trata del granuja triunfador, fatigado de corromper, y corromperse. Su epiléptica manía del calumniador en cualquier momento será detenida por el bisturí de la verdad. La verdad incorruptible que no tiene amos ni cadenas.
<> Artículo publicado el 4 de octubre  de 2010  en el diario La Estrella de Panamá,  a quienes damos,  lo mismo que a la autora,   todo el crédito que les corresponde

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